APORTACIONES

Entrevista a Héctor Zaraspe. Maestro de ballet clásico

Publicado en la revista `Con D de Danza´. Número 10

Héctor Zaraspe. El profeta de la danza

Por Cristina Soler

“Eso es un penchée”, dice el maestro Zaraspe, original de Tucumán (Argentina), al contemplar el saludo final de una componente del grupo al que ha impartido una clase magistral de danza. Una lección más de vida que de baile. Finalizaba con un beso a cada uno de los chicos y chicas acompañado de un “Dios te bendiga, ama a la danza”.

Héctor Zaraspe, el que fuera maestro privado de Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev, llegó a Alicante el pasado 19 de abril, gracias a la iniciativa desinteresada de Emilio Morales, para hacernos partícipes de mucho más que de una clase de danza; nos dio una clase de humildad, de fe y de amor al arte.

Su primer contacto con el arte que después tanto ha defendido y amado le llegó de la mano de sus padres, a los que veía bailar y cantar folclore en su país natal, Argentina. “Nunca pensé que pudiera llegar a bailar” comenta el maestro, y resulta curiosa tal afirmación cuando conoces el currículum de alguien que ha compartido escenario con Antonio El bailarín

de quien habla como “ese gran genio y persona que fuera Antonio”.

Recordando su etapa como intérprete nos cuenta una vez que bailó Cinderella, interpretando a las dos hermanas junto con Ramón Segarra, en Nueva York: “las dos hermanas eran diferentes Ramón iba con puntas y yo con zapato de español, íbamos con corsé y bucles”, ríe al recordarlo.

También, en su sana nostalgia, evoca con gratitud el Sombrero de tres picos, con Antonio y Rosita Segovia. “Sentía la responsabilidad de ser el personaje de la obra y que tenia que estar a la altura del gran bailarín que fue Antonio y de Rosita, que era una bailarina maravillosa “.

Maestro de danza

Durante la intensa conversación que mantengo con el maestro Zaraspe me muestra, emocionado, muchísimas fotos con Nureyev y Fonteny, con José Limon, con Antonio Canales, incluso alguna de José Antonio (Director del BNE) de jovencito; otras tantas junto a los chicos de la Julliard School, de la que ha sido maestro de ballet durante 35 años. Entramos en el tema de la pedagogía en danza, de la cual después de su gran experiencia es perfecto conocedor.

Afirma que nos encontramos en un momento difícil. Ante mi pregunta sobre si existe la clave del éxito en la pedagogía de danza, es rotundo, “absolutamente”. “Ser un buen educador implica tener conocimientos en psicología, responder con análisis de las formas y medidas para llegar al individuo. A la parte emocional del mismo”, comenta “Para ser un buen pedagogo hay que saber conocer a los alumnos y terminar conociéndolos. Son personas individuales, hay que tenerlo claro. Hay una frase muy famosa que dice que la victoria está en el corazón de los hombres.”

Para el maestro Zaraspe la clave sería la vocación y el amor al individuo y por extensión a la danza. Una vocación que ha de venir desde la sabiduría y el conocimiento, y para ello debe haber habido antes experiencia e implicación.

“Yo como maestro tengo que hacer que el niño ame la danza, la música, que ame el arte. Si una persona no ha subido al escenario, no se ha maquillado, no ha llorado, no se ha emocionado con los aplausos, difícilmente podrá transmitir la pasión que requiere la danza. Sólo podría transmitir una técnica, dar información sobre ella, y eso es posible si se trata de una técnica concreta como la Técnica Alexandre o el Método Pilates. En la danza, la enseñanza no puede o no debiera funcionar así. Informar no es enseñar. Del mismo modo, ejecutar unos pasos no es interpretar, ni siquiera bailar. Por ello para enseñar a interpretar o a bailar hay que haberlo hecho antes. Y por supuesto, si no trabajas desde el fondo la emoción del individuo, no puedes considerarte maestro”, sentencia.

“Ser maestro es un regalo de la vida. Pero es lo más difícil porque es la misión de dar a conocer la belleza de la música, de la danza, del arte. No creerte que tú eres mejor que el propio alumno, dejar de lado lo que se fue o consiguió y darse por entero”, opina Zaraspe.

"Hay que intentar conocer al alumno fuera de la clase, saber lo que le pasa. Porque hay alumnos de edades complicadas. Hay que tener psicología”, insiste.

Consumiendo esta reflexión sobre la enseñanza de la danza, la transmisión y la importancia de ser maestro, recuerda “cuando una vez una periodista me preguntó quien es más importante el alumno o el maestro, yo me sorprendí y le respondí ¿quién es más importante la madre o el niño? Si no hay niño no hay madre. Del mismo modo sin maestro no hay alumno y viceversa. Así que los dos son igual de importantes” concluye.

Evolución, danza y fe

En tantos años como maestro habrá visto evolucionar a muchos profesionales, le comento al maestro, y le pregunto si son muy diferentes los profesionales de hace treinta años a los más actuales. A lo que, convencido, me responde que nada tienen que ver. “No quiere decir que aquello fuera bueno y hoy no, es diferente”. 

El maestro Zaraspe habla continuamente de perseverancia, disciplina y fe. Y yo le pregunto bastante escéptica si considera que los futuros profesionales, dadas las circunstancias actuales que a veces rodean a la juventud (búsqueda del éxito inmediato, enriquecimiento económico y no personal, falta de reflexión de esta sociedad en general, volcada en lo efímero,…) son capaces de mantener tal premisa.

Sonríe, y mirándome a los ojos me dice “Usted hace preguntas inteligentes”. Tras el halago responde: “La fe es el todo desde mi punto de vista. El arte sublima la materia, es el alimento que necesita el hombre por siglos. Si el alma necesita el corazón para vivir. Si Dios se manifiesta en la naturaleza, el hombre lo hace en el arte. El bailarín convierte su cuerpo en un instrumento del arte, solfea con su cuerpo, pintando en el aire la música que lleva en su alma”. 

Desde luego conversar con este profesional tucumano es una continua clase de filosofía, en todo momento inserta en la charla frases que ha reflexionado durante años y que realmente son un legado que arroja a la meditación sobre la danza y, por qué no, sobre la vida.

“Todo individuo debe estudiar lo que ama para luego amar lo que hace. El que no nace para servir no sirve para vivir. El arte está hecho para servir, es un servicio a la comunidad, es algo que resulta un trabajo de servicio a la comunidad.” 

El ballet clásico, la gramática del lenguaje de la danza

“La danza clásica tiene que alimentar. Sin el ballet clásico no se puede tener una técnica múltiple. El ballet es la gramática de todos los lenguajes de la danza. Si sabemos utilizar bien esa gramática y la llevamos a otros lenguajes, con el respeto que se merece todo trabajo, se pueden llegar a cosas maravillosas. Ya que hoy no solo contamos con la técnica clásica, esa es la base, se llegan a hacer cosas muy interesantes y muy saludables artísticamente.” Al escuchar esta perfecta definición de la danza clásica le aseguro al maestro que la utilizaré en alguna de mis críticas; sonríe y continuamos hablando sobre el clásico y si puede o debe evolucionar.

“El ballet clásico está evolucionando pero quizá no en la forma que un maestro prefiera, o el publico quisiera ver. El publico va aceptar lo que le demos, la onda que hay que seguir. Hoy hay público para muchas cosas. Pero es bien cierto que el clásico llena siempre los teatros. Lo bueno es cuando los maestros son los que quieren evolucionar también, pero al mismo tiempo mantener el ballet. La labor, en mi opinión, está desde los conservatorios, las escuelas. Pero desde luego tenemos que mantener el ballet”.


Exquisitez y humildad. Nureyev y Fonteyn

Que la persona que tenía delante, tan atento a mis preguntas, y conversando tranquilamente sobre danza, casi como si yo llegara a saber tanto como él, hubiera sido maestro privado de dos de los más grandes clásicos, dos bailarines referentes de buena parte de mi generación, era algo que generaba en mí cierta ansiedad, quería que me contara tantas cosas de cómo eran, de cómo había sido tratarlos de cerca, como alumnos, como personas… Estaba mi intriga, quizá, más basada en mí como amante de la danza que como periodista. Y con la sencillez de quien parece estar muy por encima de lo más terrenal, comentaba al respecto, “ser maestro privado de ellos fue una responsabilidad muy grande, tenía que proporcionarles una técnica perfecta, limpia, trabajada. Y la técnica la tenían pero había que fortalecerla limpiarla, embellecerla. A veces tenía que tener cuidado que no se lesionaran o cansaran demasiado en una clase o ensayo... tenía que cuidarlos, mimar su danza y sus emociones.” 

Del binomio dancístico perfecto que nos dio el final de la década de los 60 a través del Royal Ballet, Nureyev-Fonteyn, el maestro Zaraspe, quien los acompañó durante toda su estancia como principales en la compañía británica, destaca de ellos:

“Margot fue mi musa, Nureyev mi modelo. Ver esa exigencia en sí mismo… Rudolv odiaba la mediocridad. Era exquisito hasta el segundo final, el último aplauso. Y de Margot me quedaría con la gran calidad humana, era un ser de gran simplicidad.”

El mejor premio, la bendición

Apurando ya los cafés, y controlando la hora a la que partiría mi tren de nuevo hacia Valencia, le pregunto a Héctor Zaraspe, después de remirar la lista de premios que le han otorgado (Premio Konex en la disciplina pedagógica, Reconocimiento de la Ciudad de Buenos Aires como ‘Personalidad destacada en el campo de la cultura’, distinción al mérito por parte del Instituto Pellegrini…) cuál de ellos le satisfizo más.

La Fundación Zaraspe: Filantropía dancística

“Que mi país Argentina me reconociera como ciudadano ilustre fue algo grande, y desde luego que exista un premio con mi nombre ‘Premio Zaraspe’ en la Julliard School of Music and Drama, que se otorga cada año al mejor coreógrafo, son sin duda momentos imborrables, pero mi mejor premio, con el que me quedo es con la bendición de Juan Pablo II. Fue lo más hermoso que me ha pasado en la vida, no puedo pedir más. Fue también un empujón para seguir sirviendo, ser mas humilde, un estimulo para ayudar a los que lo necesitan, con palabras de entusiasmo, de ánimo, una palabra puede cambiar la vida a una persona. Puede llevar a una persona a cumplir su misión mejor”.

“Lo importante en esto es crear acciones que atraigan a nuevos talentos, que en Tucumán hay muchísimos, con quienes se pueden hacer cosas increíbles. "Mi sueño con la Fundación Zaraspe es detectar el talento a tiempo y hacer algo al respecto, porque creo que la forma de salvar a nuestros niños no es hablando, sino haciendo, creando una red de cariño y confianza, porque el amor debe estar unido al arte para que éste pueda florecer. Si esto no se da así, estaremos perdiendo el tiempo", agrega para finalizar.

Gracias a la vida

Aunque el maestro Zaraspe vive la mayor parte del tiempo en Estados Unidos, es presidente de la Fundación Zaraspe, con sede en Tucumán su provincia natal, mediante la cual busca talentos en el norte del país y genera acciones artísticas, culturales y humanitarias. Al respecto, dijo que "aunque parezca pretencioso, nuestra entidad quiere hacer bien las cosas, que cada evento tenga nivel internacional, para poder sacar lo que se hace en Tucumán al mundo”. En ese sentido, la Fundación floreció y creció en los últimos años y siempre con el fin de ayudar a los demás, para dejar algo en la gente.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto, me dio dos luceros que cuando los abro con ellos distingo el negro del blanco y puedo ver si el firmamento está estrellado”… así, tarareando la famosa canción de Violeta Parra, es como el maestro Zaraspe responde a mi pregunta sobre cómo tiene que ser la actitud de un bailarín ante la vida. Sin duda la conclusión es agradecida.

“Yo recuerdo la sencillez y el agradecimiento de Rudolv cuando salía a saludar a su público, si lo hacía en quinta posición esa estaba igual de perfecta que la de todo el espectáculo, es decir que cuidaba hasta el último detalle igual que Margot, y lo hacían con el fin último de dar las gracias al público por venir a ver el ballet, ser perfecto hasta el final porque el publico se lo merecía.

El maestro Limon era también una persona tremendamente sencilla y agradecida”, recuerda.

“En la sencillez de las cosas está la belleza. No hay que buscar tanto el virtuosismo en la danza como la belleza de los detalles pequeños”, determina.

Y así, agradecida de la vida, de haber llevado a cabo este proyecto, esta ilusión materializada en una revista de danza, arte que como dice Zaraspe hay que amar para poderlo compartir. Me despido de este gran maestro y persona que este abril puso el destino en mi camino profesional para poder conversar y aprender mucho de toda su gran labor y conocimiento sobre el arte de la danza y sobre el arte de la vida.

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